Cómo se sirve el vino (con mucho cuidado…)
Editado por Alejandro Trejos y Carlos Revilla
Aunque parezca descortés, lo correcto es que el anfitrión sea el primero en tomar el vino, en probarlo y catarlo (la forma de catarlo es objeto de una próxima historia). Para esta probadita se sirve entre un cuarto y un quinto de la copa si es normal (por normal entendamos grande, que son las que favorecen al vino tinto… parece que tendremos que escribir otro comentario en contra de las copas comerciales pequeñas llamadas «para tinto» cuando las de «agua» resultan mejores). Si la copa es pequeña se sirve un tercio.
Luego de catarlo, el anfitrión autoriza al salonero a servirlo o procede a servirlo en dirección contraria a las agujas del reloj y por último se sirve la propia copa.
La botella debe tomarse firmemente con una sola mano, a media altura, rodeándola completamente con los dedos, excepto el índice que está hacia arriba, lo que ayuda a mejorar la puntería.
A toda costa deben evitarse miradas satánicas, en especial si quien las hace toma otro elixir. No se deben aceptar las sugerencias de servirlo directamente en la boca de los comensales y en casos extremos se puede colaborar con alguien a mantener la copa firme.
El vino se sirve poco a poco, procurando un chorro continuo que nunca cubra la boca de la botella. La botella no debe tocar la copa, se suspende a un par de centímetros de la misma.
Las copas se llenan hasta un poco menos de la mitad (por eso deben ser grandes). No se debe probar el vino hasta que todos estén servidos (a menos que sean más de ocho, en cuyo caso el vino se toma «corcor» a ver si se tiene la suerte de que le sirvan de nuevo a uno).
Por último, lo más importante, cuando se finaliza de verter el vino en la copa, se realiza un rápido giro de muñeca mientras se retira y endereza la botella. Esto es para que las últimas gotas no se caigan ni resbalen por fuera de la botella.
Esto debe ser meticulosamente practicado, y no es indispensable que se haga con una botella…
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